En esa vorágine de acontecimientos absolutamente contradictorios que se ejercen desde el poder cuyo autor principal es el gobierno federal, mejor dicho, el presidente López Obrador, que lo mismo instruye la extinción de fideicomisos que beneficiaban a trabajadores y trabajadoras del Poder Judicial; que solicita endeudar al país para el próximo año por casi 2 billones de pesos y se lo aprueban; un desastre más, Acapulco municipio altamente turístico enfrenta tiempos muy difíciles por el desastre natural que de dimensiones mayores vivió hace unos días provocado por el huracán “Otis” y que los expertos lo señalan como inédito.
Desastre que al extenderse a zonas marginadas no sólo pasa por considerar los daños económicos, muy elevados en materia de infraestructura; sino también, en el mayor deterioro en la vida las familias más necesitadas que lo han perdido todo en un estado de la República que de por sí presenta porcentajes muy altos de pobreza y de pobreza extrema.
Pero el mayor de los desastres, la pérdida de vidas humanas y de personas desaparecidas ha ido aumentando día con día.
Que hubo tiempo para dar la alerta y haber realizado acciones de prevención. Que la población nunca percibió la amenaza. Que tampoco vimos reacciones inmediatas para su atención, tal como sucedió cuando la vida de miles de mexicanos y mexicanas se perdió en la pandemia del Covid; creo que es una verdad que se repite.
Devastación y decisiones lentas, muchas parecieran hasta erróneas de un mandatario que prefiere no mirar la dimensión del problema, qué más decir, hasta su ruta de llegada mal diseñada, demagogia, información no verdadera, inseguridad, entre tanto, familias enteras en emergencia.
Versiones encontradas incluso la de que no permiten que llegue directamente la ayuda por parte de organizaciones civiles, o que todo lo recibido hasta ahora, lo colocan en cajas “oficiales” para hacer creer a las personas damnificadas que es un apoyo directo del gobierno federal, cuando no lo es; que son resultado de esa enorme polarización que fue construida día con día por el presidente López Obrador con afectaciones en todas y todos nosotros. Grandes afectaciones, tantas, como las que sufrirá Acapulco si no se recuperan pronto.
Volvemos a preguntarnos si esa extinción del FONDEN (Fondo de Desastres Naturales) que contemplaba incluso porcentajes de recursos para la reconstrucción de infraestructura, haya sido una buena decisión, cuando vemos desastres como el actual.
Como la extinción en ese mismo momento de 109 fideicomisos más, o los recientemente extinguidos del Poder Judicial, y otras tantas decisiones más que ha habido en este sexenio, porque sin duda la destrucción de instituciones ha sido su constante.
Una todavía incalculable devastación en Acapulco y parte del estado de Guerrero que requiere de decisiones prontas y eficaces.
Ojalá que en estos vaivenes políticos y en esa vorágine de decisiones contradictorias que vivimos, las que se tomen desde el poder sean cuando menos, informadas, para no cometer las imprudencias que se originan cuando se toman decisiones impulsivas y con ello evitar aún más desastres.
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Palabra de Mujer Atlixco