Las sospechas de que hubo mano negra en la protesta animalista que desquició la zona de Angelópolis, en Puebla, el pasado 5 de septiembre, se han comprobado.
Con un pésimo mensaje y errático timing, el diputado federal Ignacio Mier y su equipo dejaron ver este fin de semana sus amistades peligrosas.
Los cabos sueltos se han atado solos.
El aspirante a la coordinación estatal de defensa de la transformación en Puebla ha dejado muy poco a la imaginación.
Específicamente en este tema.
Este sábado, en un acto proselitista, disfrazado de apoyo a la causa de la protección de los animales, se mostró al lado de Arturo Islas.
Se trata del activista, influencer y actor que encabezó el cierre de la vía Atlixcáyotl, la tarde-noche y madrugada del 5 y 6 de septiembre.
El caos de tránsito fue enorme.
Incluso, se causó un accidente que, de milagro, no terminó en una desgracia mayor.
Con el pretexto de reclamar la supuesta falta de atención a casos de maltrato animal, Islas convocó al cierre de la vialidad más importante de la capital poblana.
En realidad, por más que la lucha a favor de los animales sea legítima, no había materia para la manifestación.
La mañana misma de ese día, el gobierno había atendido ya los casos que fueron causa, o más bien pretexto.
El gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina también envío una iniciativa legislativa sobre el tema.
Pero la manifestación animalista fue sorda.
Intransigente.
Y faltó poco para volverse violenta.
En el furor de su protesta, Arturo Islas llegó al extremo de convocar a sus seguidores a llevar la marcha a las puertas del domicilio particular del mandatario poblano.
Se trataba de incomodar, agredir, faltar al respeto.
Dijo el activista y dijeron sus seguidores que pedían diálogo y acciones concretas.
Pero rechazaron hablar con las autoridades que acudieron a escucharlos.
Por más de 10 horas cerraron la vialidad.
Desquiciaron la ciudad entera en un, aparentemente calculado, plan con fines aviesos.
Las demandas pasaron a segundo plano.
Da la clara impresión de que afectar a la ciudad y a los ciudadanos, para causar un problema al gobierno del estado, fue el objetivo central.
Desde el primer momento quedó a la vista que la causa animalista fue utilizada.
Los fines fueron otros.
Y es que hoy hay evidencia suficiente para presumir dónde nació la autoría intelectual.
¿Para desestabilizar?
¿Por qué?
¿Buscando qué?
Islas se retiró en cuanto completó su caos.
Sus huestes habían pasado ahí la noche.
Incluso lanzó en redes un mensaje de agradecimiento a las autoridades, quienes detuvieron a un presunto culpable de maltrato animal.
Como si la protesta hubiera estado exenta de oscuridad e intereses ilegítimos.
¿Camuflaje?
Este sábado, un boletín fue lanzado por el equipo de comunicación del diputado federal Ignacio Mier.
Aparece sonriente y aplaude las causas animalistas.
Las mascotas merecen una mejor vida es, en resumen, el mensaje que busca impulsar.
Pero el acto, los afectos y las relaciones que se exhibieron, llevan a otra conclusión.
¿Colusión?
Una fotografía, en particular, pone las cosas claras.
Al descubierto.
Arturo Islas aparece junto a Mier.
Hay mascotas y más activistas.
¿Acaso nadie en su equipo pudo advertirle del contexto?
¿Acaso nadie notó el pésimo mensaje que enviaba?
Uno muy malo, en el peor momento posible.
En los días del registro para buscar la coordinación estatal de defensa de la transformación.
¿Alguien percibió que esto podría ser leído como una señal de agravio al gobierno del estado y al gobernador Sergio Salomón?
¿Fue un descuido?
¿O abiertamente esa fue la intención?
¿Un desafío?
¿Una afrenta?
¿Un mensaje?
Los cabos, finalmente, se han atado solos.