Por encima de las especulaciones y los análisis, hay que darle un peso relevante a la afirmación de Mario Delgado de que en Morena 1, 2, 3 o hasta 4 hombres que ganen las encuestas a las gubernaturas, no serán candidatos.
El partido del presidente Andrés Manuel López Obrador está en un laberinto que busca evitar rupturas o cismas.
Morena y sus definiciones para las nueve entidades que elegirán titular del Ejecutivo local en 2024, se han convertido, para todos y todas, en un muy complejo acertijo.
La postergación del anuncio que, en principio, se programó para el 30 de octubre, tiene muchos ingredientes.
Sin embargo, el más evidente es la falta de acuerdos y un altísimo riesgo de fractura en el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
La sombra de Coahuila -aunque ahí no fue directamente el género– y otras elecciones, como Aguascalientes, son lozas pesadas en el ánimo de quienes deciden.
Esas dos entidades se perdieron.
Aguascalientes, porque el ganador de las encuestas, Arturo Ávila, quien además lo hizo con casi 50 por ciento de apoyo, fue bajado para cumplir con la paridad de género.
Ocurrió en 2022.
Hubo inconformidad, además de que la mujer que fue ungida candidata, Nora Ruvalcaba, no resultó suficientemente competitiva.
El caso de Coahuila tuvo que ver con la ruptura interna.
Ricardo Mejía Berdeja, subsecretario de Seguridad federal y supuesto favorito, no resultó favorecido con la encuesta oficial.
Morena postuló al senador Armando Guadiana. Por cierto un pésimo candidato.
Mejía Berdeja se fue como candidato del Partido del Trabajo (PT).
“Traicionó y dividió”, según palabras de Mario Delgado.
El morenismo perdió y la plaza la mantiene el PRI.
De ahí, la postergación de los resultados para nueve entidades, según la versión oficial.
La idea es construir acuerdos. Se busca que los resultados sean muy claros. Que no haya dudas ni suspicacias sobre “dedazos” o imposiciones.
Una “vacuna contra berdejazos”, también en palabras del presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN).
De ahí que, adelantó, muchos varones que ganen la medición, serán bajados de las candidaturas.
“Estamos seguros de que va a haber más hombres que ganen sus encuestas, que las mujeres, y necesitamos 5 mujeres. Entonces, va a haber por lo menos 2, 3 o 4 hombres que, ganando su encuesta, no van a ser los coordinadores”, admitió en la conferencia de prensa de este martes.
Pero la explicación no es suficiente.
De sobra se conocía que iba a haber inconformidades.
Que las senadurías -como confirmó Mario Delgado- servirán de “premios de consolación”.
Que la paridad de género complicaría la designación de candidatos y candidatas.
A pesar de eso, a Morena pareciera que le está temblando la mano.
Especialmente a quien o a quienes deciden en ese partido.
O al menos da la impresión de que sus proyecciones resultaron fallidas.
¿Por qué no dan un golpe de autoridad y ya?
¿No hay suficiente estatura moral para hacerlo?
¿De verdad son tantos y tan graves los riesgos de rompimiento?
¿Cuántas victorias están peligrando?
El acomodo de género es un tema.
Otro el miedo a terminar por construir derrotas.
En Puebla, dependiendo a quién se escuche o lea, dan la versión de un ganador o ganadora.
Que ya es Fulano o Zutana.
Que hay “señales”.
Que están en las fechas.
En los gestos.
En las palabras.
En los silencios.
Todos intentando ver la respuesta hasta en el clima.
Todos buscando descifrar un acertijo.
Pero todo aún lejos de hacerlo.
Como desde el principio.
El proceso interno de Morena ha sido un acertijo, laberinto, un infierno, una cena de locos.
Y lo más probable que el 10 de noviembre, cuando se supone por fin develarán el misterio, vuelvan a posponer el anuncio que tiene al borde de un ataque de nervios a propios y extraños.
De hecho, no estaría de más que los aspirantes y las aspirantes, y sus porristas, programen una visita a su cardiólogo de confianza.