Aunque tiene mucha lógica la hipótesis del rompimiento en Morena, luego de la definición de la candidatura al gobierno del estado, hay otro escenario, poco explorado en el análisis, que resultaría de una rápida y eficiente operación cicatriz.
Se trata de la previsión de que se sumen todos los grupos al proyecto del ganador o ganadora, con base en una generosa repartición de candidaturas, una especie de “premio de consolación colectivo” y no solamente para el o la aspirante derrotada, sino también para sus seguidores y equipos.
Sería como el juego de la pirinola, pero con una salvedad: en lugar de un “toma todo”, se daría el “todos toman”.
Veamos esa otra posibilidad a detalle.
Por supuesto, quien suponga que tiene todos los merecimientos y la fuerza para ser candidato o candidata, y no lo consiga, vivirá un tiempo muy amargo.
Depresivo.
Con él o ella, sus seguidores y sus equipos.
¿Pero hay realmente un destino partidista distinto de Morena para quien no obtenga la candidatura?
Las matemáticas dicen que no.
Todas las mediciones ponen al morenismo y a sus partidos aliados casi dos a uno, en promedio, contra la alianza PRI, PAN y PRD.
Un rompimiento, para irse con el adversario y ganar al sistema, parece difícil, aunque no imposible.
Casi una tarea suicida.
Lo es también, porque a nivel federal, no hay en el horizonte actual la posibilidad de que el lopezobradorismo pierda la Presidencia de la República.
Dejar Morena, para suponer que se puede ganar con otras siglas, es un salto al vacío en Puebla y en casi todo el país.
Entonces, queda la negociación.
Aunque los odios entre, por ejemplo, Ignacio Mier y Alejandro Armenta sean extremos.
Por supuesto, en primer lugar para quien sea derrotado, estará el Senado de la República, en una posición muy cómoda, incluso de Lista Nacional (plurinominal).
Sin hacer campaña.
Sin gastar y sin despeinarse.
Pero hay mucho más para repartirse, entre el ganador y los derrotados.
La idea es que todos aquellos que queden relegados en la encuesta, tengan un pedazo de un gran pastel, dependiendo de su fuerza y capacidad negociadora.
Puebla tiene elecciones concurrentes, que por cierto ya comenzaron a prepararse por parte de la Junta local del Instituto Nacional Electoral (INE).
(El 27 de julio realizaron una sesión de trabajo, con este fin, los vocales de Organización Electoral (VOE) del Registro Federal de Electores (VRFE) y de Capacitación Electoral y Educación Cívica (VCyEC) de las Juntas Local y Distritales).
Además de la Presidencia de la República, en Puebla se votará por la gubernatura, 16 diputaciones federales -una más que a la legislatura actual- y estarán en juego 41 diputaciones locales (26 de mayoría relativa y 15 plurinominales), así como 217 presidencia municipales y, con ellas, miles de regidurías.
Hay, efectivamente, mucho que repartir.
Los derrotados, por debajo de la predominancia del vencedor, tendrán candidaturas a alcaldías o podrán colocar a sus cercanos en la posibilidad de llegar a una curul local o federal.
No serían borrados del mapa.
Habrá, en mayor o menor medida, muchas posiciones de consolación.
De inclusión.
Nadie podría decir que se ha quedado con las manos vacías.
En ninguna trinchera: Ignacio Mier, Claudia Rivera, Alejandro Armenta, Olivia Salomón, Rodrigo Abdala y Julio Huerta.
Eso garantiza la ansiada unidad.
La hipótesis no suena mal.
Y más, importante, pareciera que no disgusta a nadie.