Mientras se libra una intensa batalla para convencer que tal o cual aspirante está arriba en las encuestas y también en el ánimo de la gente, en Palacio Nacional el Gran Elector no los ve y no los oye y no suda las calenturas de los contendientes.
Muchas cosas van a influir en la definición de las 9 entidades con elección concurrente, incluida Puebla, pero por encima de todo estará el Dedo de su Divinidad. Pensar o creer otra cosa es hacernos como el “Tío Lolo”.
Este fin de semana, por ejemplo, nos enteramos que el Instituto Nacional Electoral (INE) pedirá a los partidos -a todos los partidos- postular a 5 mujeres a las gubernaturas.
Ello obviamente reduce las opciones de los hombres -quienes tendrían que pelearse 4 candidaturas– y, para el caso de Morena Puebla, refuerza las aspiraciones de la ex secretaria de Economía, Olivia Salomón, la mujer del partido oficial mejor posicionada.
Y un dato no menor: sólo Puebla, Jalisco y Yucatán -entre los estados que renuevan el poder Ejecutivo en 2024- cuentan con una legislación para aplicar la paridad en la gubernatura.
El INE señala que seis de los siete partidos han cumplido con su obligación de establecer en sus documentos básicos la paridad de género; sin embargo, no es suficiente para garantizar que en los hechos cumplan.
Pero vamos a los factores que van a decidir al candidato o a la candidata de Morena en Puebla:
1) La lealtad y afinidad con la Cuarta Transformación (4T).
Son de los más importantes
Contará, y mucho, si eres fundador y si te has mantenido leal y congruente con el movimiento.
La lealtad y la cercanía son medibles en años, en elecciones, en tiempo, en las buenas y en las malas.
Puedes provenir del PRI o de cualquier otro partido, pero si te sumaste desde el principio al movimiento y caminaste pegado a López Obrador, llevas ventaja sobre quien no lo hizo así.
2) Los escándalos.
Es decir, aquellos casos en que el aspirante o sus colaboradores están manchados por la sombra de la corrupción, el abuso, los malos manejos, el enriquecimiento muy explicable…
En Palacio Nacional todo se registra, nada pasa desapercibido.
Y el origen de ciertas fortunas está más que documentado.
Y eso será mortal para más de un suspirante.
3) El posicionamiento efectivo en la encuesta de Morena.
En Puebla, cada quien tiene la suya y en ella sale puntero.
La pasada semana fue prodiga en eso: Ignacio Mier presumió una de Más Data, Alejandro Armenta una de MetricsMX y Julio Huerta una de Isocial.
Un carnaval.
Tan grotesco que tuvo que salir Alfonso Bermúdez, representante de Morena ante el Instituto Electoral del Estado de Puebla, a aclarar que “la única encuesta válida es la que se realizará a través de la Comisión Nacional de Encuestas”.
Es decir: pueden presumir que van arriba y mandarlo a publicar, o incluso a grabarlo en piedra, pero no sirve de nada; no pierdan su tiempo. Ni su dinero.
4) La voz de la virtual candidata presidencial, Claudia Sheinbaum.
Por supuesto que lo que diga, o lo que no diga, tendrá peso.
Mucho peso.
No podría ser de otra manera.
Sus fobias y filias van a pesar.
Para arrasar, como quiere López Obrador, se requieren candidatos o candidatas ganadores en las gubernaturas, en las senadurías, en las diputaciones y en las alcaldías.
No se puede arriesgar, en Puebla y en ninguno de los estados.
Y, como lo está haciendo en CDMX, va a pujar por sus preferidos o preferidas, siempre y cuando le garanticen triunfos.
5) La opinión del gobernador Sergio Salomón.
También será muy importante.
Y es que serán los gobernadores los encargados de sacar adelante sus estados.
¿Cómo podrían ser ignorados en la toma de decisiones?
Tal vez no les alcance para poner al candidato o a la candidata a la gubernatura.
Sin embargo, es muy probable que tengan y ejerzan su derecho de veto.
Y ello puede marcar la diferencia.
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Sí, todos los anteriores son los factores que van a incidir de una u otra forma en la decisión que ungirá al candidato o la candidata de Morena a la gubernatura de Puebla.
Pero, por encima de todo eso, estará el dedo de AMLO.
Veamos dos ejemplos que ya aparecen como definidos: Tabasco y Veracruz.
Para su estado natal, Andrés Manuel López Obrador prácticamente ungió como candidato a Javier May, en su conferencia del pasado 4 de septiembre.
Lo llenó de elogios.
Recordó que estuvo con él en las buenas y en las malas, desde el principio de su movimiento.
May dejó ese mismo día, horas después, la dirección del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur).
En Veracruz, a pesar de todas las quejas y todos los ataques que ha recibido, por ser de origen zacatecana, la ex secretaria de Energía -renunció el pasado miércoles-, Rocío Nahle ha dejado evidencias de que tiene todo el respaldo del líder máximo del movimiento.
“Ya se va Rocío Nahle, extraordinaria servidora pública, secretaria de Energía, que la queremos mucho, es una mujer con convicciones, trabajadora“, dijo en su conferencia con palabras que tienen valor de unción.
Es decir: un destape.
“La línea es que sí hay línea”.
Es iluso o hasta tonto creer que no ha puesto las reglas, no ha decidido quién juega y quién no juega y no va a imponer a los candidatos en un proceso muy similar al que usaban los presidentes emanados del PRI.
“Auscultar” (encuestar) a los militantes y al pueblo para encubrir o maquillar dedazos viles y descarados.
Todo un galimatías, un enredo, una puesta en escena, un espejismo, para que a final de cuentas prive la voluntad de un dedo, un solo dedo.
¿Quién será, pues, el candidato o la candidata de Morena en Puebla?
Lo que diga el dedito de AMLO.
Y estoy seguro que, a estas alturas del partido, la decisión ya se tomó en Palacio Nacional.
Sólo falta concluir el ritual, la Gran Obra de Teatro de la Democracia Pejista, y comunicarla, a fin de reducir hasta lo posible la posibilidad de berrinches, minutos de pataleo y/o fracturas.