No todos los presos en el gobierno de Miguel Barbosa Huerta fueron presos políticos.
Por supuesto que se cometieron abusos, injusticias flagrantes, y el poder se usó para ajustar cuentas, humillar, aplastar, perseguir y quitar la libertad de muchos.
Conozco historias de verdadero terror.
Personas, reputaciones y familias totalmente afectadas o fracturadas por un mero capricho, un chisme, un mal entendido, una confusión, una incorrecta lectura de circunstancias y razones o intenciones, una venganza…
Ciertamente el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina ha tratado de recomponer el tiradero que, en esta materia, le dejaron.
Y lo ha hecho bien.
Ha escuchado a todos.
Ha visto caso por caso.
Y ha dejado que corran los procesos sin “mano negra” y que la justicia se aplique “sin dados cargados”.
Sin el influjo de agentes del Ministerio Público, jueces o magistrados de consigna.
Sin cargar (o recargar) la maquinaria del poder a nadie.
Por eso, en los últimos meses, han ido salido de la cárcel varios de quienes fueron enviados a ella bajo el régimen barbosista.
Pero no todos pueden considerarse “presos políticos”.
Entre quienes han salido, y entre quienes todavía siguen adentro, hay personajes que hicieron todo (y todo es todo) por acabar tras las rejas.
Pero también seamos claros: hay muchos personajes que cometen delitos, corruptelas, abusos, latrocinios y un largo etcétera… y no les pasa absolutamente nada.
Si el poder quiere, te friega o te consiente.
“A los amigos, la gracia; a los enemigos, la ley a secas”.
Todo un clásico.
En muchos de los casos del barbosismo se pudieron haber pasado por alto, u omitido, los ilícitos.
Tal y como ha sucedido en todos y cada uno de los gobiernos que me ha tocado ver. Cada gobernador tiene sus presos políticos, es casi inevitable. No está bien, pero es así, ha sido así y siempre será así.
Lamentablemente para ellos, muchos dieron pretexto y el régimen fue por ellos o ellas; los persiguió hasta que logró su cometido.
Muchos tuvieron que huir, literalmente.
Esconderse en alta mar, refugiarse en el extranjero, hasta disfrazarse o recurrir a las cirugías estéticas para evitar ser capturados.
Algunos lo lograron, otros no.
Varios, de hecho, siguen en sus madrigueras y no piensan volver a Puebla.
La liberación de presos y presos políticos del barbosismo es un tema espinoso, polémico, delicado: se corre el riesgo de juzgar a la ligera y hasta de revictimizar a quienes perdieron su libertad injustamente.
Pero es un tema que está en la boca de todos/todas y que ha puesto bajo la lupa a fiscales, jueces, magistrados y un largo etcétera.
Sobre todo al fiscal Gilberto Higuera Bernal.
¿En la FGE, armaron mal los expedientes?
¿Obedecieron órdenes?
¿Recargaron el aparato judicial para cumplir consignas?
¿Fabricaron pruebas?
¿Aplicaron la ley a secas?
Sin duda hubo mucho de eso.
Como también soberbia, mucha soberbia, de quienes infringieron la ley y se creyeron intocables.
Es finalmente naturaleza humana.
Y son pecados capitales.
El caso del fiscal Gilberto Higuera Bernal es complicado.
Hoy muchos cuestionan la solidez e incluso viabilidad de las acusaciones presentadas en contra de muchos personajes durante el barbosismo.
Mismos personajes que hoy han recobrado su libertad y que mayoritariamente se han declarado “presos políticos”.
En términos generales, el fiscal ha sido un buen fiscal; también, indudablemente, un fiscal de claroscuros.
En la parte política ha quedado la impresión de que siguió instrucciones, no para sumarse a venganzas o abrir afrentas, sino para no comprometer su posición, una posición en la que nunca vas a quedar bien con nadie.
En cuanto a la estricta procuración de justicia, él y su equipo han logrado resolver la mayoría de los casos considerados delicados o de alto impacto, relacionados con crímenes, feminicidios, ejecuciones, desaparecidos, etcétera.
En esa materia su récord es bueno, aunque obviamente todavía hay muchos pendientes.
Pareciera que en Higuera Bernal habitan un Doctor Jekyll y un Señor Hyde.
Por ejemplo: este jueves, al abordar en rueda de prensa el caso de Eukid Castañón, el ex operador morenovallista que recobró su libertad hace unos días, el fiscal explicó que la FGE buscó vincularlo por el delito de operación de recursos de procedencia ilícita, para mantenerlo en prisión, pero un amparo del Poder Judicial de la Federación determinó que no era procedente.
En resumen:
El tema de los presos y/o presos políticos del gobierno de Miguel Barbosa es complejo.
Porque, repito, no todos fueron o son presos políticos.
Y es muy fácil herir susceptibilidades.
Y más desde el periodismo, pues no hay nada más subjetivo que el periodismo.
Yo creo que estar en la cárcel no es una pesadilla: es lo que le sigue.
Y que la vida da muchas vueltas y que unas veces estás arriba, otras abajo, y que el encarcelamiento de una persona inocente es poco más que condenable.
Es una canallada del poder que al final del camino se acaba pagando.
A mi me da gusto que estén saliendo personajes con los que, a lo largo de muchos años, he tenido alguna relación o incluso son mis amigos.
Tampoco celebro que hayan ido a parar a la cárcel, o sigan en ella, personas con las que no tengo relación o no me interesa tener relación, ni siquiera profesional.
Creo que nadie debe ser perseguido por razones políticas.
Pero nadie puede ser optimista al respecto, porque va a seguir pasando.
No en este gobierno, en los siguientes.
Son pocos los gobernadores que no acaban su gobierno con su propia lista.
El poder es un gran afrodisíaco.
Y no todos saben manejarlo.
En Puebla hemos tenido múltiples ejemplos de eso.
Porque mientras más grande es el poder, más grande y peligroso es el abuso.
Es de primaria.