La Batalla de Puebla
Adolfo Flores Fragoso
Cito: “El día 5 de mayo, a los primeros rayos del sol, enemigo tendía su campo cerca del cerro de Amalucan, distante tres cuartos de legua de la capital.
“Su ataque era seguro.
“La Brigada de Toluca, compuesta de tres cuerpos ligeros y al mando del general Felipe Berriozábal estaban en la plazuela de San José, punto cercano a los cerros de Loreto y Guadalupe, estando el primero al norte y el segundo al noroeste de la capital.
“La brigada del general Negrete, compuesta de tres cuerpos, ocupaba los dos cerros y avanzaba hacia abajo por la parte del noreste del segundo, y cubriendo la pequeña garganta que divide ambas colinas.
“El ciudadano general Zaragoza con la Brigada de Oaxaca, compuesta de tres cuerpos al mano del ciudadano general Porfirio Díaz, y con el cuerpo de zapadores al mando del ciudadano general Gómez Lamadrid, estaba situado en el punto de los Remedios, barrio separado de la ciudad por el lado oriente…”
El texto corresponde a un fragmento de ‘La Batalla. 5 de Mayo de 1862’, un “ensayo descriptivo” de Manuel Emiliano Ayala (1844-1889), hombre participante en el campo de batalla durante la intervención francesa.
Originalmente publicado el 5 de mayo de 1874, el folleto fue reimpreso en 1962 y 1987, en este último año ya con anotaciones del Doctor Efraín Castro Morales, quien lo reditó en una versión actualizada en 2012, bajo el sello de la editorial Museo Mexicano.
Ayala debió de obtener antes la aprobación del documento original, por parte de los jefes militares sobrevivientes de la gesta de 1862, lo que garantiza la presunta veracidad del contenido.
Un siglo después, Castro Morales lo enriquece con un preámbulo en el que destaca que hubo otra versión del “ensayo” de Ayala, publicada en la ciudad de México, en el periódico ‘El Monitor Republicano. Diario de política, literatura, industria, comercio, modas, teatros, anuncios &c.’
Por cierto, Manuel Emiliano Ayala nació en 1844, en la ciudad de Huejotzingo, Puebla.
Cito: “Eran las tres y media de la tarde, y el enemigo, por última vez y con todo el despecho del fracaso, se formó en número de tres mil hombres y una batería, y en columna compacta se dirigió al cerro de Guadalupe por su lado más escabroso, buscando sin duda el lugar menos defendible por nuestros soldados y abrirse brecha por allí, aunque fuese con pérdida de gente.
“Nuestros batallones reforzaron desde luego el sur de la fortaleza y esperaron vigorosos el ataque; pero la columna francesa avanzaba serena en medio de un fuego activísimo de artillería, se desató una fuerte lluvia de granizo y se declaró una tempestad atmosférica, en la que los relámpagos y el trueno ventajosamente competían con los relámpagos
de las armas.
“La naturaleza parecía interpuesta al rencor y la matanza de los hombres.
“Hubo media hora de silencio.”
…
Diputado y periodista, Manuel Emiliano Ayala, además de documentar con precisión su texto, lo desglosa con una narrativa que atreve arrimar a lo literario.
Efraín Castro Morales rescata en el preámbulo de ‘La Batalla. 5 de Mayo de 1862’, en su más reciente reedición (2012), una nota necrológica publicada poco después de su muerte: “Dotado de claro talento, de bellísimos sentimientos y de una regular instrucción, siempre se le vio al lado del desvalido, abogando por la desgracia y enjuagando las lágrimas de desdicha”.
Cito: “La batalla había tenido fin; las bandas de nuestros batallones tocaban dianas; los vivas y las aclamaciones hendían los aires, y el estandarte de la patria flameaba victorioso en todas las alturas”.
(Manuel Emiliano Ayala).