El Manchester City, por fin, se proclamó campeón de Europa. Un gol de Rodri, mediada la segunda mitad y cuando el equipo citizen ya era totalmente consciente de que la final era más un camino de espinas que la fiesta que muchos habían apostado a priori, desencalló al equipo inglés y le regaló el título más soñado, casi una obsesión, para cerrar una temporada de leyenda con el triplete.

Ganó el City ante un rival, el Inter, que nunca se entregó y peleó hasta el último suspiro, hasta la última gota de sudor. Que buscó el empate hasta le extenuación. Y que vendió muy cara su derrota. En un partido áspero y luchado, mucho más que brillante.

Sorprendido, visiblemente incómodo e incapaz de imponer su ritmo de juego, el Manchester City se enfrentó a una versión inesperada del Inter, que hizo de la intensidad, la presión y las ganas de dominar los tiempos del juego su razón de ser. Tuvo una primera llegada el equipo citizen a los cinco minutos con un remate desviado de Bernardo Silva… Y no volvió a avisar a Onana hasta los 27, con la primera oportunidad de Haaland, que salvó el meta camerunés, cuando Guardiola ya había empezado a cambiar el plan de juego.

Su equipo sufría, y mucho, para hacerse ver en el centro del campo, donde al desempeño de Dumfries y Dimarco por las bandas acompañaba la onmipresencia de Brozovic y los destellos de Barella para buscar a Lautaro, convertido en una pesadilla, para la zaga británica… Y para un Ederson a quien el argentino dio un susto mayúsculo.

Y aunque fue tomando cada vez más el balón el City, llegando al descanso con una posesión cercana al 62 por ciento, nunca se sintió dominador (mucho menos superior) frente a un Inter al que su plan sí le salía a la perfección.

Entre todo ello solo le faltó a Guardiola que De Bruyne se lesionase poco después de la media hora y tuviera que ser sustituido por Foden. El belga, que ya en la final de 2021 frente al Chelsea ya se lesionó, abandonó el campo cariacontecido mientras el técnico cambiaba el sistema, retrasando a Stones y buscando la portería de Onana con más urgencia que combinación.

DEL GOLPE AL CAMBIO

Esa variación de Guardiola quedó ya instaurada sin disimulo al comenzar la segunda mitad, que el City encaró con la determinación de buscar al hasta entonces casi inédito Haaland de forma mucho más directa. Y que motivó que el Inter, más por necesidad que por deseo, fuera retrasando sus líneas, dejando la iniciativa al rival y más centrado en buscar el contragolpe.

De pronto, con la final abierta, encontró Akanji un pasillo por el que se coló Bernardo Silva en el área. Centró el portugués, rebotó el balón en el cuerpo de Bastoni y mientras pedían penalti los jugadores del City llegó el balón a Rodri… Que sorprendió con un remate tan suave como ajustado al palo, imposible para Onana y suficiente para desnivelar el partido y dar ventaja al campeón inglés.

A partir de ahí cambió el escenario. Ya estaba Lukaku en el campo (sustituyendo al lesionado Dzeko) y dio un paso al frente el Inter ante un City que resolvió volver a su primitiva idea de jugar al control, entendiendo que no era la noche de Haaland… Y tampoco de Lukaku.

El belga fue quien primero taponó sin querer el remate de Dimarco (después de que el travesaño evitase el empate del italiano) poco después del gol de Rodri y quien en el minuto 88 falló, solo ante puerta, un remate con sabor de gol que solo pudo estrellarlo contra la rodilla de Ederson.

Lo intentó hasta la extenuación el Inter… Pero ya no pudo. Y El City, por fin, conquistó la Champions.

Con información de ESPN