En esta era de reciclajes cinematográficos, cada vez que se anuncia una continuación a una reconocida franquicia, lo que siempre se desea es que el nuevo capítulo no traicione lo que ya se había planteado antes. Complace decir que esto no sucede con la película Indiana Jones y el dial del destino, la aventura número 5 del famoso arqueólogo trotamundos, la cual emociona por su renuencia a ser monótona.
Aquí, más que abusar de la nostalgia, los involucrados en la producción hacen un comentario incisivo sobre ésta y rescatan del olvido a un género que, con cada año que pasa, duerme con mayor profundidad. Además, esta epopeya del héroe viene con un giro muy interesante que obedece a los hábitos actuales que existen al crear superproducciones.
Para su gran retorno, el Dr. Jones (Harrison Ford, lleno de carisma y disfrutando su interpretación a más no poder) se vuelve a enfrentar a los nazis. Esta vez son comandados por Jürgen Voller (Mads Mikkelsen) y quieren recuperar el Anticitera. Éste es un antiguo dial inventado por Arquímedes que, mediante un proceso matemático, le da un gran poder a quien lo posee. Por si esto fuera poco, el estelar, al borde de la jubilación, se reencuentra con su ahijada, Helena Shaw (Phoebe Waller-Bridge), quien también busca el tesoro. Indy volverá a sortear varios obstáculos para retirarse por todo lo alto.
Hace 15 años, atestiguamos la que, al parecer, sería la última cacería liderada por el personaje. El reino de la calavera de cristal (2008) fue, para muchas personas, un trago amargo debido a que su clímax no encajaba con el tono aventurero del resto de la cinta. El cierre de aquella se inclinaba más hacia los tropos del cine serie B de los años 50 con los que creció el escritor y creador de la saga, George Lucas. Así, la tarea de regresar al explorador a sus raíces clásicas después de ese rarísimo encuentro con alienígenas no parecía algo fácil de lograr, pero sucedió.
El encargado de levantar esta nueva historia es James Mangold, quien ya ha tenido trabajos en franquicias importantes, como la de X-Men. Esto, sin duda, es un acierto, pues el realizador mantiene una mano firme al momento de continuar viajes fílmicos de personajes icónicos. Además, es importante mencionar que él también es el escritor del guion junto a Jez y John-Henry Butterworth, y David Koepp, veterano de la saga. Lo primero que hay que decir sobre la realización y la escritura es que son extremadamente fluidas. La cinta mantiene el ritmo dinámico de las entregas previas.
En sus primeras etapas de desarrollo, se dijo que la película volvería a ser dirigida por Steven Spielberg. Esto era interesante porque se trata de la primera entrega que se haría tras la adquisición de Lucasfilm por parte de Disney. No obstante, luego de una serie de ajustes se decidió que Mangold tomaría las riendas del largometraje. Quedará la duda de cómo habría sido el conjunto con Spielberg al frente. Afortunadamente, lo que hace que la nueva travesía sea funcional es que la mayor parte del tiempo se mantiene fiel al estilo narrativo al que ya nos había acostumbrado el responsable de Cazadores del arca perdida (1981).
Pese a estar a punto de terminar su vida profesional, Jones sigue manteniendo el cinismo encantador que Lucas le imprimió en sus primeras historias. Aunado a esto, la nueva producción aún está enmarcada en esa sensibilidad pulp –siempre presente en las historietas de antaño– que tenían sus antecesoras. Así transita una delgada línea entre lo exagerado e inverosímil, y lo fascinante e impactante.
Esta fidelidad al Indy de antaño queda bien demostrada en el estimulante prólogo de la película, en el que, en pleno auge del nazismo y la Segunda Guerra Mundial, el héroe –rejuvenecido digitalmente de forma espectacular– lucha contra una gran cantidad de soldados, al tiempo que tiene su primer encuentro con el codiciado aparato. Sin llegar a ser un simple maquilador, Mangold lleva al personaje a través de una vorágine de emociones muy bien insertadas en el paquete.
Eso es lo que hace especial al filme: no pierde de vista el hecho de que estamos en una época diferente, pero se permite voltear hacia atrás para construir una semblanza de todo lo que los fans aman del héroe. En este sentido, el proyecto se siente como una recopilación de grandes éxitos.
De nuevo, con un magnífico score de John Williams de fondo, alguien acompaña por accidente al arqueólogo en su viaje. Además, hay un personaje infantil que recuerda un poco al Short Round de Ke-Huy Quan. Y sí, una vez más un malévolo alemán con anteojos perseguirá a los protagonistas por cielo, mar y tierra para hacerse con el control del artefacto. Nada de esto es una calca de lo que pasó décadas antes. Por el contrario, da la sensación de haberse hecho en un tono celebratorio de la fórmula que existió para dar paso a lo nuevo.
El balance entre lo viejo y lo moderno también queda claro con lo que viene después del prólogo. Con ayuda de un excelente diseño de producción de Adam Stockhausen, los eventos se sitúan en 1969, cuando Estados Unidos ganó la carrera espacial. En una realidad en la que la humanidad ya había pisado la luna, ¿qué más puede ver Jones si lo ha visto todo, desde fantasmas hasta sacrificios sangrientos, pasando por seres de otros planetas? La sociedad en ese entonces estaba cambiando, despertando a las maravillas de la tecnología del “futuro”. Hoy, sucede prácticamente lo mismo, aunque por curiosidad, o morbo, queremos seguir revisitando el pasado.
La mayor evidencia de que la película se esfuerza porque las cosas avancen es cuando llega un diálogo que, de manera rápida, explica la ausencia de un personaje controversial.
Otro aspecto que renueva la identidad de la saga son las incorporaciones de nuevas actrices y actores al elenco, en particular Phoebe Waller-Bridge y Mads Mikkelsen. Ella, con su soltura e ingenio, le inyecta una frescura intoxicante al metraje en cada cuadro en el que aparece. Él, con la mirada feroz y una sutileza apabullante nos mantiene inquietos en todo momento.
Quizás una cosa que podría llegar a extrañarse es el toque tétrico, sobrenatural, oscuro y algo experimental de las entregas pasadas. Aquel que Spielberg y Lucas supieron capturar. Atrás quedó ese coqueteo constante con el gore. De cualquier modo, se agradece que ambos amigos hayan fungido como productores ejecutivos, ya que se aseguraron de mantener dentro la mayoría de las cosas que los caracterizan como creativos.
Indiana Jones y el dial del destino cumple como despedida a una de las caras más reconocibles del cine. Le rinde tributo a lo que fue mientras marcha a pasos agigantados a terrenos inexplorados. Al decir adiós, el estelar tiene el sombrero bien puesto.
Fuente: Cinepremiere/ José Roberto Landaverde
Foto Imagen: Esquire