Es sin duda la forma óptima de que niños y no tan niños mejoren sus capacidades. Así, sin mayor esfuerzo o dificultad ponen en juego sobre el tablero habilidades muy valiosas como la concentración, el pensamiento lógico y la creatividad.
Pero, además:
Mejora la memoria. Deben aprender y recordar las reglas y las jugadas.
Fomenta la concentración. Es algo muy importante para su desempeño académico y que les ayudará a evitar distracciones e interrupciones en el estudio, al ser capaces de poner el foco en una única tarea.
Ayuda al desarrollo del pensamiento crítico. En una partida deben analizar posibilidades, hacer síntesis y transformarlas en jugadas.
Promueve el pensamiento lógico. Aprender nuevas tácticas les servirá para organizar y dar estructura a nuevos conceptos, tanto en el juego como en el estudio de asignaturas como matemáticas o lengua.
Aprenden a resolver problemas y tomar decisiones. El ajedrez es muy útil para que sepan tomar decisiones con responsabilidad, midiendo las consecuencias, asumiendo los riesgos y manejando la presión.
Desarrollan la imaginación y la creatividad. Es un juego que exige cambio y adaptación constante para prever la reacción del contrincante, barajar distintas posibilidades y crear nuevas jugadas.
Socializan. El ajedrez les permite relacionarse con todo tipo de personas sin importar origen, nacionalidad o edad.
Aprenden a superarse. Su práctica les permitirá aprender de los errores y superar el fracaso, enfrentándose continuamente a nuevos retos y superando situaciones complejas.
Además, ganan en autoestima y confianza en sí mismos, mejoran sus habilidades de comunicación y de comprensión, entienden el valor del trabajo, del compromiso y de la concentración. También mejora la visión espacial, la comprensión de la geometría y la capacidad lectora.
Los beneficios del ajedrez son amplios y van desde el propio rendimiento académico al comportamiento de niños y jóvenes, puesto que también implica las dimensiones sociales y humanas, favoreciendo la empatía y el respeto a los demás.