William Wallace no tendría que haberse casado en secreto para evitar que el señor feudal ejerciera su derecho de pernada, esa primae nocte que tan bien se ve representada en Braveheart y que tan poco se temió durante la Edad Media. Tampoco se veían esos matrimonios adolescentes, y menos en Escocia o Inglaterra, que se intuyen en la película escocesa. La edad para casarse era una vez se hubiese alcanzado una madurez, también sexual y corporal para evitar muertes en los partos, y esta llegaba cerca de los 20 años.
Así lo cuenta Katherine Harvey en Los fuegos de la lujuria, libro donde detalla tras años de investigación cómo fue el sexo en la Edad Media y cómo el imaginario colectivo ha dado por veraz más violencia y machismo que el que había en realidad.
La historiadora, escritora y crítica británica especializada en Historia Medieval llegó a las relaciones sexuales durante los siglos «oscuros» a través de los obispos medievales. «Estaba involucrada en un proyecto y de repente, entre toda la documentación, aparecía un testimonio donde se decía que había habido obispos que habían muerto por celibato«, recuerda.
La importancia del consentimiento
A partir de ese punto, Harvey quiso desmitificar aquellos siglos en los que nos imaginamos a una sociedad reprimida, célibe y tremendamente violenta. «Juego de Tronos ha provocado mucha confusión«, asegura. «Allí vemos sexo violento donde las mujeres no tienen capacidad para decidir. No podemos decir que fuese ni mucho menos una sociedad igualitaria, pero sí que el consentimiento era algo a lo que le daban mucha importancia».
Según los documentos que Harvey ha encontrado sobre la época, la Iglesia consideraba que las mujeres tenían edad para casarse a los 12 años y los hombres a los 14 y por eso pensamos que había matrimonios muy jóvenes, pero esto solo ocurría sobre el papel. «En Inglaterra normalmente se casaban en torno a los 20 y en el sur de Europa algo antes, porque las mujeres solían casarse con hombre más mayores, pero siempre se respetaba que la mujer estuviese madura mentalmente y físicamente, así que aunque te casases con 16 quizás no mantenías relaciones hasta los 18, por lo que el matrimonio no era oficial hasta entonces», explica. En aquella época estaban convencidos de que «cuanto más joven era una mujer más posibilidades tenía de morir durante el embarazo y el parto y que además daba a luz a bebés frágiles y enfermizos».
Moral y tabúes
Porque lo que era imposible de concebir en una sociedad donde la Iglesia tenía una fuerza absoluta era el sexo fuera del matrimonio. Incluso ser célibe y virgen toda la vida se consideraba una virtud (aunque no fueses ni cura ni monja). «Tuvieron que aflojar un poco con esta idea y acabaron considerando que las relaciones sexuales eran algo bueno para la gente dentro del matrimonio porque evitan la comisión de pecados mayores y generaban hijos católicos», explica la autora.
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Aunque no era tan fácil casarte si no querías cometer incesto y que tu matrimonio fuese considerado nulo. «No sólo se consideraba familia a tus hermanos, primos, padres o abuelos; también a los primos de tus primos, o a la familia de tu cuñado, por ejemplo. Había tantas capas que tenían que tener mucho cuidado y la sociedad no era como la de ahora; todos vivían más juntos y en pueblos más pequeños», explica.
El único lugar donde la mujer tenía la obligación de tener relaciones sexuales era el matrimonio y allí el hombre se las podía exigir como una obligación»
Parte de esta moral tan puritana tiene que ver con la proscripción del famoso derecho de pernada o primae noctis. Según la historiadora «es una invención moderna. No habrían estado cómodos porque la Iglesia se habría opuesto y la gente no lo habría permitido, porque ponía en cuestión la idea del consentimiento que los medievales atendían más de lo que imaginamos».
Siempre y cuando no estuvieses casada. El único lugar donde la mujer tenía la obligación de tener relaciones sexuales era el matrimonio, y allí el hombre se las podía exigir como una obligación si «eran para procrear». «No existía ni mucho menos el concepto de violación marital, y había muchas».
Muerte a adúlteras y homosexuales
Aunque las reglas cambiaban un poco dependiendo del país. «Me resultó llamativo ver cómo eran mucho más abiertos en el norte que en el sur y al final te das cuenta de que eran culturas donde el honor está muy presente; no digo que no lo estuviera en Inglaterra, pero más en la península Ibérica o en Italia, por ejemplo», explica. Los códigos legales italianos eran feroces con las mujeres adúlteras, a las que incluso condenaban a muerte. En los reinos peninsulares la diversidad racial y religiosa desembocó en normas muy estrictas contra las relaciones mixtas «que preocupaban profundamente a los miembros de la Iglesia».
Aunque en Italia, sobre todo en Florencia, era donde más relaciones homosexuales encontramos durante la Edad Media (o donde más estuvieron documentadas) también era donde más se castigaban. «Como bien se sabe, eran consideradas pecado porque no podían producir descendencia, pero dependiendo del país se perseguían más o menos. Al parecer, en Inglaterra apenas se le hacía mucho caso, pero en Italia comenzó una campaña atroz contra los homosexuales porque llegaron a tal punto que a las relaciones entre hombres se las llamaba sexo florentino, así que incluso acabaron con gente ejecutada», aclara.
Con información de El Independiente