Sentado en la cama de la habitación 617 del Hospital Ángeles del Pedregal. Con una bata con los logos de dicho nosocomio y un cubrebocas blanco en el rostro. Sin aparatos médicos conectados. Bebiendo té, agua y hasta una Coca-Cola en lata. Tomando apuntes e intercambiando impresiones con los dos abogados sentados a su lado.
Así fue como Emilio Lozoya Austin compareció en julio pasado ante un juez de la Ciudad de México para ser procesado por lavado de dinero. Con el cabello encanecido, pero relajado y sin sobresaltos, el exdirector de Pemex escuchó y hasta agradeció los cargos que le dieron a conocer los fiscales en una larga pero tersa audiencia realizada por videoconferencia.
Por primera vez, Animal Político puede dar cuenta de la forma en que Emilio Lozoya enfrentó su primera audiencia judicial en nuestro país, tras ser extraditado desde España. Una audiencia que, como se recordará, fue a puerta cerrada por las restricciones sanitarias. De hecho, las autoridades no han difundido ni una foto del exdirector de Pemex desde que llegó a México.
Aunque el Poder Judicial rechazó entregar a este medio una copia del video de la audiencia realizada el 28 de julio, se pudo conseguir – luego de un trámite de dos meses – que nos fuera proyectada la grabación íntegra de dicha audiencia inicial en un equipo de cómputo del centro de justicia federal en el Reclusorio Norte.
Las imágenes muestran a un Emilio Lozoya cuya apariencia es muy similar a la última fotografía difundida públicamente tras ser detenido en España. Aunque fue sometido a un tratamiento por anemia y otras complicaciones de esófago, en su rostro no se aprecian estragos ni se le ve, al menos visiblemente, más delgado.
La diferencia, tal vez más llamativa, es la notoria presencia de algunas canas sobretodo en los costados de su cabellera. Compareció, además, con una tenue barba recortada, visible en los momentos en que se retiraba el cubrebocas para hablar o beber algún líquido.
Su tono y forma de hablar tampoco ha variado. El exdirector de Pemex tomó la palabra al micrófono en 19 ocasiones en esta primera audiencia. Sus primeras frases las pronunció con un ritmo lento y pausado, pero conforme avanzó la sesión regresó su tono sobrio y calmado; el mismo de cuando era director de Pemex.
Debido a las complicaciones de salud que retrasaron su comparecencia judicial tras llegar a nuestro país, y que de hecho derivaron en que la audiencia se realizara con el aún en el hospital, el juez Artemio Zúñiga Mendoza le ofreció a Lozoya interrumpir en cualquier momento la audiencia si se sentía mal. Pero eso no fue necesario.
De hecho, Lozoya no mostró en ningún momento rasgos visibles de molestia ni por un malestar físico, pero tampoco por las acusaciones que los fiscales le hicieron de aceptar sobornos a cambio de beneficiar a futuros contratistas de Pemex, y de utilizar a su familia para lavar dinero.
La actitud del exdirector de Pemex fue, por el contrario, relajada durante toda la sesión. Por momentos se le apreciaba atento a la cámara y tomando la palabra cuando el juez se lo pedía, pero también con frecuencia intercambiando puntos de vista (con micrófono apagado) con sus dos abogados sentados a su izquierda: Miguel Ángel Ontiveros y Alejandro Rojas.
Fue una audiencia larga, que comenzó a las 9:35 de la mañana y terminó casi doce horas después, aunque con algunas interrupciones por recesos. Había transcurrido casi una hora cuando el exdirector de Pemex comenzó a beber lo que parecía ser un té en una taza. Mas tarde, siguió con agua simple en una botella y ya en las horas de la tarde ingirió una Coca-Cola Light en lata.
¿Qué más hizo el exdirector de Pemex en ese tiempo? Acomodarse en la cama, mirar al techo, recargar su barbilla en su mano, rascarse el cuello, quitarse y volver a poner el cubrebocas, echarse gel en las manos, tomar y dejar una pluma, leer unos documentos, y platicar con alguien mas que estaba en el cuarto con los abogados, pero que no comparecía frente a la cámara.
Fuente: Animal Político