Hotel Sagitario, nuevo epicentro de la trata en Puebla-Tlaxcala

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 29-04-2020

EME EQUIS publicó la siguiente investigación sobre la trata de personas en Puebla y Tlaxcala:

Paloma tose y nadie se altera.

En otro lugar, en plena Fase 3 de la pandemia por COVID-19, esa carraspera la hubiera alejado de todo contacto humano. Pero las seis chicas que la rodean no dan un paso atrás. Ni siquiera cuando tose por segunda vez en menos de cinco minutos y se tapa la boca con la mano para luego embarrarse la saliva en la minifalda. A nadie parece molestarle esa tos seca, porque todas han hecho las paces con una idea: están –o estarán– contagiadas del nuevo coronavirus.

La misma resignación tienen sus clientes, esos hombres a quienes no les importa contagiarse con tal de romper la cuarentena para tener relaciones sexuales con ellas, las mujeres que como Paloma se paran todos los días, desde las 9 de la mañana hasta las 7 de la noche, a la orilla de la Vía Corta, un camino polvoso en la frontera de Puebla y Tlaxcala que funciona como un corredor tolerado de prostitución y trata de personas.

En estos días, todas están obligadas a llevar a los clientes a un solo lugar: el Hotel Sagitario, hasta hoy abierto pese a las restricciones sanitarias. Ese muladar en el kilómetro 17 de la Vía Corta, que no tiene jabón ni gel desinfectante para ellas y sus clientes, es propiedad del verdadero poder en el pueblo de Acuamanala de Miguel Hidalgo, Tlaxcala: el temido Demetrio N., líder de una banda de padrotes conocida como “Los Motos”. 

Pero la suciedad del Hotel Sagitario es la menor preocupación de Paloma y las mujeres que por necesidad o porque están secuestradas deben trabajar ahí. En marzo, cuando la Organización Mundial de la Salud declaró al COVID-19 como pandemia, vio lo que sus ojos no habían visto en 26 años: los padrotes más famosos de la región, las leyendas que han hecho negocios millonarios en el extranjero con cuerpos ajenos, regresaban masivamente a Tlaxcala para pasar la crisis sanitaria en sus pueblos y con sus familias.

Pero no llegaron solos: varios volvieron con las mujeres que mantenían como esclavas sexuales fuera de México para ponerlas “a trabajar” mientras durara la pandemia, seguros de que en Estados Unidos su negocio se paralizaría y que su influencia en los gobiernos municipales de Tlaxcala les pondría a salvo de operativos y les permitiría tener abiertos sus hoteles.

La extrañeza se volvió angustia cuando Paloma preguntó a una veterana de la Vía Corta de qué parte del extranjero volvían los tratantes y sus víctimas. “De Nueva York”, le respondió aquella mujer. El estado que concentra la mayor cantidad de personas que han dado positivo al COVID-19 en el mundo.

La angustia aumentó cuando Paloma supo dónde “trabajarían” esas mujeres recién llegadas de Nueva York: deberían compartir el Hotel Sagitario, que por estos días no tiene agua ni para lavarse las manos.

LA RUTA TLAXCALA-NUEVA YORK

Si pudiéramos ubicar dónde se torció esta historia, habría que volver a mediados de 1970, cuando el estado más pequeño del país vivió el estallido de la industria textil. En aquellos años, los caminos que se abrieron para que las telas llegaran de Tlaxcala a la Ciudad de México también facilitaron que las personas del sur viajaran hasta la capital del estado para conseguir trabajos.

Sin embargo, eran carreteras en mal estado por donde rodaban camiones precarios. Era imposible ir y volver en un día desde la Ciudad de México hasta Tlaxcala, por lo que los obreros comenzaron a alquilar cuartos en la capital, donde dormían hasta 12 hombres. La costumbre era que alguno de ellos viajara con su esposa para que les cocinara y lavara la ropa. 

La visión patriarcal de algunas comunidades –donde los cuerpos de las mujeres pertenencen a los hombres– pronto generó otra peligrosa costumbre: alguien pensó que las esposas también podrían atender los deseos sexuales de esos hombres a cambio de un pago. Los esposos comenzaron a “venderlas” y quedarse casi la totalidad de ese ingreso. Con ese “descubrimiento”, el mundo en algunas zonas de Tlaxcala cambió para siempre, especialmente en el del municipio Tenancingo, considerado el semillero de los padrotes.

Al principio, las prostituidas eran las esposas. Luego, las concubinas. Incluso, las hijas. Pero eso generó conflictos entre esos pueblos pequeños donde todos están emparentados. Según el investigador Óscar Montiel, doctor en Antropología Social y tlaxcalteca dedicado a investigar la trata de personas, en los años 90, para evitar problemas entre vecinos se hizo un pacto criminal entre familias: la caza de mujeres solo se permitiría fuera de Tlaxcala y deberían “trabajar” lejos de las comunidades. Con el trato sellado, generaciones como los Méndez Guzmán, Ramírez Granados, Granados Rendón, Hernández Prieto, y muchos más, iniciaron un agresivo movimiento en todo el país buscando mujeres a quienes podían “enamorar” y enganchar en la prostitución forzada en corredores sexuales que se alargaban desde La Coahuila, en Tijuana, Baja California, hasta las cantinas del Río Suchiate en Tapachula, Chiapas.

Pronto a los tratantes les faltaron calles donde parar a sus víctimas. Y miraron hacia el norte, inspirados en sus ancestros que migraron para mejorar su calidad de vida. Aprovechando las fronteras laxas entre Estados Unidos y México antes de la guerra contra el terrorismo, comenzaron a conquistar terreno del otro lado del Río Bravo.

Uno, en particular, los enamoró: tenía modernos rascacielos, lujosos hoteles, restaurantes con comida mexicana y barrios latinos como Queens y El Bronx, donde no hacía falta hablar inglés, así que decidieron que abrirían un camino deslumbrante, pero cegado al dolor ajeno.

La ruta Tlaxcala-Nueva York.

EL REGRESO DE LOS 50 PADROTES

“Se viene lo peor. Yo estoy segura de que muchas personas se van a morir por culpa de ese maldito hotel y sus dueños”, me dice Paloma del otro lado del teléfono. Su voz tiene una mezcla de rabia y tristeza, que eleva su potencia cuando intenta explicar la magnitud del foco de infección que es El Hotel Sagitario.

“Yo sé de, al menos, 50 padrotes de Nueva York que volvieron a sus pueblos en plena pandemia. De San Pablo del Monte, Tenancingo, Papalotla, San Cosme Mazatecochco… y sin exagerar se regresaron como con 40 muchachas (...) Yo sé que, al menos, hay un padrote con coronavirus y, como todos, se acuesta con todas. Pero no debe ser el único. Por eso te digo que seguro hay más contagios”. 

AQUÍ EL TRABAJO COMPLETO:

https://www.m-x.com.mx/investigaciones/bienvenidos-al-hotel-sagitario-aqui-te-mata-el-sida-o-te-mata-el-covid

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