México no da una ante Estados Unidos, ahora pierde 2-0 rumbo al Mundial

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 13-11-2021

ESPN informa que lo más lacerante fue el canto de la tribuna. Lo más humillante fue la resurrección dolorosa, dolosa y doliente del aullido de burla y befa. Ese coro largo, babeante de desprecio y de sorna: "Dousacerooouuuu", que empalagaba las gargantas festivas estadounidenses.

2-0, escupen Christian Pulisic y Weston McKennie sobre la tumba abierta de México. Estados Unidos es el Patriarca de la Concacaf. O mejor, es el Pa-Tri-arca de México y de la Concacaf. Es líder del Octagonal Final de la Concacaf, recupera la hegemonía de la zona, y sobre todo, convierte al Tri en el patiño de sus fiestas.

Estados Unidos fue dominante al menos 75 minutos del juego. Tuvo el control táctico, mental y futbolístico del partido. Impuso condiciones, empalagó a la tribuna y llenó de oprobio a una Selección Mexicana que, desde la banca no supo reaccionar, y que en la cancha naufragó, como los marinos torpes, a puritito miedo.

Gerardo Martino tiene un récord indecoroso y humillante: el único técnico con México que ha sufrido tres derrotas ante Estados Unidos en menos de cinco meses. Lo más grave: el rival le ha jugado siempre igual y El Tata reacciona siempre igual: inoperante e impotente.

En el mejor marco posible, en Cincinnati, en el Octagonal Final de la Concacaf, se presenta la peor versión en la gestión de Gerardo Martino. Dominado, burlado, defenestrado, humillado. Y él, desde el puente de mando, eligió la muerte lenta de los pusilánimes.

COMO AYER Y COMO SIEMPRE...

Vieja historia. Quince minutos y México tiene el balón y el manifiesto del juego. Estados Unidos se siente cómodo al borde del precipicio. Lo suyo es la paciencia y el albur de cartas escondidas. Sufre, sin histerias, porque México, con motor de Sergio Pérez, anticipa y roba balones, pero además, los consiente, los talla, los organiza.

Por eso, el Tri es el primero que irrita a Zack Steffen. Un disparo de Luis Romo hurga sobre su poste derecho. Hirving Lozano llega pleno, pero el arquero alarga la osamenta y los falanges, e impide la tragedia. Una diagonal de Chucky Lozano al área, sorprende a la zaga, pero más a Tecatito, quien remata con los taquetes y desviado. Bufidos que no cotizan en el marcador.

Un primer tiempo donde México se acerca a la emboscada. Estados Unidos hace recorridos cortos en defensa, intensos, organizados, sólidos, obligando al desgaste físico de México, con más dinámica, más relevos y menos reposos. El galgo tricolor resopla, el conejo es tesón. La telaraña se extiende. El 0-0 tiene un elevado costo en los pulmones mexicanos.

Y afloran las consecuencias. Los últimos minutos del primer tiempo, el futbol se regodea con taquicardias en el patio de Guillermo Ochoa. Reflejo del acoso y el paso de los minutos. México ya no puede salir del fondo. La estrategia de Gerardo Martino se deforma, se transforma, se trastorna, en la aventura desesperada de un pelotazo.

La tensión del trámite contagia la tribuna. Los Forajidos de Estados Unidos son los únicos vigentes. Los poco mexicanos, entre la marea que los repele, agitan las banderas más por el nerviosismo que colapsa sus manos, que por un genuino afán de abanderar a sus atribulados soldados.

En el fondo, el Tri sufre los velocistas en sus carriles interiores, y el relevo con los costados. Edson Álvarez persigue sombras y Luis Romo caza fantasmas. ¿Héctor Herrera? Ek de siempre, intermitente, defiende poco, pero es el único que enciende luces de coherencia.

Por eso, EEUU surfea entre la zaga mexicana. Weah, McKeannie, Adams, Aaronson y el distractor Pepi, le juguetean con drama, y encima estorban hasta el ridículo la salida balbuceante del Tri. ¿Chaka y Gallardo? Autopistas de la estulticia y de la traición.

La pregunta inevitable es: ¿después de dos partidos jugados así, Gerardo Martino sabe menos de Estados Unidos de lo que Gregg Berhalter sabe de México? Uno olvida y el otro aprende. La amnesia multiplicada del fracaso.

El 0-0 del primer tiempo, parecía un acto de compasión para Estados Unidos, pero terminó siendo un desborde de misericordia, para un equipo mexicano atribulado, y sin respuesta en el fondo. Un 0-0 con muchos misterios e histerias para el segundo tiempo.

EN LA RATONERA....

Estados Unidos vio un fiambre y decidió organizar el sepelio apenas con el graznido del juez salvadoreño Iván Barton para el segundo tiempo. Estados Unidos acordonó la zona, entre el nerviosismo mexicano. El 0-0 se fue agigantando con remates de McKeannie y Pepi, que glorificaron a Ochoa, o que terminaron como vergonzosas ofrendas al vacío.

El Tri recapitulaba la humillante metáfora sobre sí mismo. El ratoncito verde ya no quería queso, sino salir de la ratonera. Su mejor respuesta es tratar de armar dos zacapelas, a empujones, arañazos y amontonamientos, más para estafar el reloj, que para generar una reacción.

El destino juega al tahúr con la ley de las probabilidades. Weah sigue montado ridículos con las cenizas de Gallardo. Al '75 llega a fondo. El centro es preciso. Aparece Christian Pulisic, centímetros más cerca de la gloria que el salto desesperado de Catita Domíngues. La pepena de seco cabezazo, lejos de los eventuales milagros de Guillermo Ochoa. 1-0.

Y de nuevo el recurso preferido de Estados Unidos: entrega pelota y terreno. Se pertrecha. Jugadores que nacieron para el sufrimiento, para la supervivencia estoica, para la resistencia al borde del colapso. La genética de su futbol.

Por eso, con la trampa perfecta para animales irracionales, tan conocida de Estados Unidos, al 86, la historia se redondea con el drama tragicómico del tan conocido "dousacerou". De nuevo, desbordando, a placer, por en medio de cuerpos vencidos, torpes, atemorizados.

Weston McKennie lo había buscado 86 minutos. Lo encuentra, fulminando a Ochoa, encaramando a EE.UU. en la tabla de posiciones, asumiendo el cacicazgo del área. Sí, el Pa-Tri-arca de la Concacaf. Tata Martino, tres martirios, y a expensas de otra zarandeada en Candá, el próximo martes.

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