Aunque cueste creerlo, hasta hace algo más de una década, Nueva York, esta ciudad completamente rodeada de agua, vivía de espaldas al río. El proceso de desindustrialización que sufrió en los años 70 y 80, llevó a un abandono casi total de los almacenes y muelles que habían dado trabajo a miles de inmigrantes recién llegados a la gran manzana para cumplir su sueño americano y en los que habían desembarcado los cruceros de pasajeros hipnotizados por la ciudad de los rascacielos.
Pero, a principios de este siglo, empezó una reconquista de sus orillas con nuevos edificios residenciales y una larga lista de nuevos parques como el Brooklyn Bridge Park, Domino Park, Marsha P. Johnson State Park y el Hudson River Par.
Empezamos con este apunte histórico porque Little Island, la nueva e increíble zona verde amarrada en la orilla del río Hudson, representa la culminación de ese proceso de reapertura al agua y es todo un ejemplo de lo que el poder y la generosidad son capaces de hacer. Este pequeño islote ocupa los antiguos muelles 54 y 55, a caballo de los barrios de Chelsea y el Meatpacking District, y ya vienen cargados de historia. En el llamado Pier 54 fue donde desembarcaron los supervivientes de la tragedia del Titanic, rescatados por el RMS Carpathia. También fue el punto de salida del RMS Lusitania, el barco inglés torpedeado por un submarino alemán tres años después. Testigo de esa época, todavía sobrevive una de las puertas originales del antiguo muelle convertida, ahora, en la entrada a Little Island.
Detrás de este ambicioso proyecto está Thomas Heatherwick, el arquitecto de moda de la ciudad y autor de otra llamativa obra no muy lejos de aquí, el Vessel de Hudson Yards. Amante de las estructuras onduladas, Heatherwick ha dispuesto una serie de pilares de hormigón en forma de tulipán que parece navegar por el río Hudson. La genialidad del parque es que su extensión, casi una hectárea, no es plana sino que está poblada de colinas, rampas y escalones. Se trata de un pequeño laberinto que te invita a perderte por sus senderos para explorar sus múltiples puntos de interés.
Al parque se puede acceder por uno de sus dos puentes pero considera su entrada principal la del sur, justo enfrente de la histórica puerta del Pier 54. Este primer trecho nos adentra en el pequeño paraíso de Little Island pasando por debajo de esos enormes tulipanes que los neoyorquinos no han tardado en apodar copas de champan o zapatos de tacón. El pasaje nos lleva, de bruces, a su espacio principal llamado Main Lawn, una colina de césped verde para colonizar armados de nuestro arsenal para pícnics. Si te has olvidado el equipo en casa, no hay problema. Justo enfrente, en The Playground, hay varios chiringuitos para comprar pequeños bocados y bebidas. Hasta tiene mesas y sillas para los que les dé pereza tener que levantarse, después, de la hierba.
Pero no vayamos a sentarnos todavía porque acabamos de llegar y hemos venido a admirar la naturaleza. Y de eso hay en abundancia. Little Island presume de tener más de un centenar de árboles, de 35 variedades distintas, y un sinfín de bulbos, matorrales y plantas, la mayoría, autóctonas. Lo mejor para admirarlas es perderse en sus caminos zigzagueantes y escaleras empinadas. Si subir escalones no es lo tuyo, el parque es 100% accesible con sus caminitos en forma de rampa. El paseo se hacer corto pero hay muchos motivos para detenerse. Uno de ellos son las piezas de arte interactivo que son un festín para los chavales.
Además de la vegetación, la pequeña isla ofrece unas vistas increíbles desde sus tres miradores, estratégicamente dispuestos en las respectivas esquinas del parque. El mirador del sureste sobrevuela el puente de acceso y nos tiende ante los ojos la explosión de arquitectura, nueva e histórica, de los barrios del Meatpacking District y Chelsea. En precioso lienzo presidido por el eterno Empire State Building, en el horizonte. El mirador del suroeste, nos permite ver la desembocadura del río Hudson y los rascacielos del World Trade Center y Nueva Jersey, a cada lado. Finalmente, el observatorio noroeste nos ofrece otro punto de vista de la costa de Nueva Jersey y nos presenta el muelle 57 que, próximamente, va a vivir su propia revolución de ocio.
Little Island es un espacio para relajarse pero también para estar activo. El parque tiene dos escenarios. The Glade es el más chiquitito de todos y está pensado para involucrar a niños en edad escolar con su programa educativo. Luego está The Amph, al oeste de la isla, un anfiteatro de más de 600 localidades donde se celebran actuaciones gratis (o casi) para todos los públicos. El escenario está completamente desnudo así que cualquier actividad tiene, de fondo, las impresionantes vistas del río Hudson. Este es otro espacio tentador para pasar un rato y contemplar la puesta de sol, aunque no haya actuaciones en ese momento.
Hablábamos al inicio del ejemplo de poder y generosidad que ha llevado a este paraíso verde a navegar en las aguas del río Hudson. Y nos referimos a dos neoyorquinos, la diseñadora Diane von Fürstenberg y su marido Barry Diller, vecinos del Meatpacking District, a un sólo un par de calles de Little Island. El matrimonio ha regalado este parque a Nueva York pagando una factura de 265 millones de dólares casi íntegramente de su bolsillo. No sólo eso. La pareja también ha prometido asumir su costoso mantenimiento para los próximos 20 años. Aunque algunos lo consideren una extravagancia de los caprichosos multimillonarios de Nueva York lo cierto es que Manhattan ha conquistado de nuevo sus aguas con un paraíso natural que hay que ver para creer.
Fuente: Condé Nast Traveler