Olivia de Havilland, actriz de "Lo que el viento se llevó", murió a los 104 años de edad

Por  Staff Puebla On Line | Publicado el 26-07-2020

ABC dio a conocer que Olivia de Havilland, la última estrella del Hollywood dorado, ha fallecido a los 104 años en su residencia de París, donde vivía desde hacía más de seis décadas, según informa «Entertainment Weekly». La intérprete murió en la noche del pasado sábado «en paz mientras dormía», según fuentes de la citada publicación.

La actriz sobrevivió a dos guerras mundiales, a varias crisis nucleares y hasta a Kirk Douglas. Pero, sobre todo, Olivia de Havilland resistió a Joan Fontaine, esa hermana pequeña con quien mantuvo una rivalidad antológica que empezaba por diferenciarse hasta en el apellido. «Me casé la primera, gané un Oscar la primera, tuve un hijo la primera. Si me muero, ella estará furiosa porque otra vez la habré ganado», se jactó Joan Fontaine en una entrevista.

Como si fuera pitonisa en lugar de actriz, la protagonista de «Rebeca» cumplió, y aunque era un año menor que Olivia de Havilland, se fue también antes que su hermana. Murió en 2013, el día en el que se celebraba el 74 aniversario de «Lo que el viento se llevó», que le valió la primera nominación a De Havilland, pero no pudo ver cómo ésta se convertía en Dama del Imperio Británico y también en la última leyenda del Hollywood dorado, al que hoy deja definitivamente huérfano.

Cuando su enemiga acérrima desapareció, lo hicieron también las fuerzas de Olivia de Havilland, incapaz quizás de seguir en una industria donde, por fin, presentó batalla. Por mucho que se burlara Fontaine, que le «robó» a su hermana la estatuilla en 1941, Olivia de Havilland acumuló más nominaciones y premios Oscar que su hermana. Se recluyó en Francia, cerca de París, y aparecía en público sólo en ocasiones contadas, como cuando entregó un Oscar en 2003.

Olivia de Havilland conquistó contractualmente a Warner y enamoró al pasional Errol Flynn —con quien protagonizó siete películas–, a su Robin de los bosques y su general Cluster, arrastrando durante toda su carrera fama de mujer frágil y también sumisa. No fue ni lo uno ni lo otro, y a los dos, al estudio que la convirtió en estrella y al galán al que encandiló, les dio el portazo.

No deja de ser curioso que el último vestigio del Hollywood clásico siempre estuviera incómodo con el sistema de estudios, al que prestó intensa lucha. Ante la negativa de Jack Warner de liberar a una de sus gallinas de los huevos de oro, la intérprete habló con su mujer, Ann, y terminó logrando una nominación por dar vida a Melania, papel que, según el ejecutivo del estudio, no merecía porque estaba a la sombra del de Vivien Leight. Para De Havilland, sin embargo, era necesario, una oportunidad única, porque «Melania era de carne y hueso, preocupada por los demás, pero también una mujer inteligente y dura. Aunque, por encima de todo, era una mujer con gran capacidad para ser feliz».

Con Warner terminó enemistada en los juzgados, después de que la ningunearan durante seis meses cuando ella se quejó de que los mejores papeles se los daban a Bette Davis. Cuando quisieron prorrogarle el contrato, les demandó por el castigo. «Todos en Hollywood creían que perdería, pero yo estaba segura de ganar. Había leído la ley y sabía que lo que hacían los estudios estaba mal», dijo en «The Independent». Y ganó. «Lo que más me satisface es que aquella decisión (judicial) benefició a Clark Gable, Jimmy Stewart, Glenn Ford, Henry Fonda y todos los otros actores que habían estado ausentes, haciendo su servicio militar. Cuando regresaron a Hollywood, pudieron elaborar sus contratos con cláusulas más favorables», aseguró entonces.

La venganza de Warner

Claro que nunca imaginó que el estudio que impulsó su carrera le devolvería el golpe donde más le dolía. La major se vengó impidiendo que Havilland aceptara la propuesta de David O. Selznik para que protagonizara «Rebeca». Lo hizo finalmente su hermana, Joan Fontaine, que un año después inauguró el contador de la familia en los Oscar con su segunda colaboración con Alfred Hitchcock. Cuando Ginger Rogers mencionó el nombre de la pequeña de las hermanas por «Sospecha», Olivia de Havilland estaba presente en la ceremonia, nominada también por «Si no amaneciera». «Pensé que mi hermana iba a saltar sobre la mesa y agarrarme del pelo», reconoció Fontaine en sus memorias, «No bed of roses» (1978). Otra vez más se le adelantaba.

A lo largo de toda su vida, la espada de Damocles de Olivia de Havilland fue su hermana, empeñada en adelantarse en todo. Celos profesionales o trauma infantil, lo cierto es que ni siquiera la muerte de su madre pudo reconciliarlas. Fontaine le reprochaba a su hermana que le leyera la «Crucifixión» de pequeña; Olivia de Havilland, que pudiera ser mejor que ella. Dicen que Robert Aldrich se inspiró en su enemistad para rodar «¿Qué fue de Baby Jane», protagonizada por Bette Davis y Joan Crawford en 1962.

La última dama del Hollywood dorado, «la heredera» de todos los nombres del cine clásico, se ha marchado en silencio, con elegancia y discreción.

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