El american dream en esta ocasión no se cristaliza en la cantidad de billetes verdes tras meses de trabajo en el campo estadounidense o en las cocinas de restaurantes de comida rápida. Se capitaliza en abrazos, en conversaciones de la vida de dos países, en la diferencia entre viajar en avión y cruzar el desierto a pie.
Las palabras son insuficientes para describir un abrazo anhelado por 25 años o la sensación de escuchar que por primera vez un niño –con rasgos tan parecidos a los tuyos que se te figura un espejo andando, y que hasta ayer sólo veías a través de fotografías– te dice “abuelo, bienvenido”.
Las lágrimas brotan por la nostalgia e intentan arrancar de la mente la idea de que puede que la vida llegue a ser tan corta que no alcance para que ese abrazo se repita.
Esas son las vivencias que ocurrieron durante dos semanas, en California y Nueva York, con las familias reunidas por el Programa “Raíces de Puebla”, que lleva a los mayores de 60 años a los lugares donde sus familiares hacen la vida, al norte de la frontera, y que por falta de dinero no habían vuelto a estar juntos.
Originaria de Atlixco, Puebla, María de Jesús Romero de 83 años de edad cumplió un sueño; después de 25 años vio a sus dos hijos, Amelia y Sergio.
“Cuando se fueron, me dijeron ‘ya me voy, mami’. Pero sufrieron mucho para cruzar. Se fueron coyoteando, tuvieron muchos peligros”, relata la mujer, quien compartió 20 días en Nueva York con sus seres queridos.
Los rascacielos, el tráfico, el pago en dólares no hacen la vida mejor allá, dice María de Jesús. “Las casitas están muy chiquitas y les pagan poco. No les alcanza para la renta. No sé si vale la pena que estemos lejos, si pasan lo mismo que acá”, lamenta.
El silencio pesa más que cualquier explicación, la ausencia de aquellos niños que vio partir en busca de una vida mejor lastima.
La ciudad más grande del mundo
Edmundo Corona Nolasco cumplió su sueño americano en la ciudad de Nueva York. Y no, no fueron los dólares producto del trabajo lo que lo consiguieron; fue la palabra “abuelo” y “papá” de su nieto Cristopher y su hijo Ricardo.
El recuerdo de 40 años de no ver a su hijo es lejano, se pierde en la memoria. Le queda la satisfacción de ser un buen padre.
Dice no haber escatimado en esfuerzos para que sus pequeños consiguieran todo lo que se proponían.
“Les doy buen ejemplo a mis hijos, no tomo no fumo ni en Navidad ni en Año Nuevo. Les he dado estudio, kínder, primaria, secundaria y han logrado su carrera, han cumplido sus sueños”, relata Mundo, como le dicen sus nietos, quienes los recibieron con cartulinas que contienen mensajes de bienvenida y que tratan de decir lo mucho que lo extrañaron los 20 días que no estuvo en el país.
Papá Mundo, como lo llaman las cinco personas que lo reciben en la terminal de autobuses de la colonia Amor, de la ciudad de Puebla, es originario de Huejotzingo.
No dice cuántos hijos tiene ni nietos. A sus 83 años, se queda con el recuerdo del abrazo y de las palabras de su nieto y de su hijo que sólo conocía por fotos.
“Se cumplió nuestro sueño en la unión americana, en la ciudad más grande del mundo, Nueva York”.
DIEZ AÑOS DE ESPERA
Guadalupe quería una vida mejor, algo distinto al campo en San Nicolás de Los Ranchos. A los 22 años le expresó a su padre su deseo de cruzar la frontera y “hacer cosas buenas” en el “otro lado”.
Hace 10 años que Victoriano Tlatenco Chantes vio partir a su hija. Culpó al destino por alejarla de él. No había día ni mes que no la extrañara. La ausencia de su “muchachita”, le hacía más pesado respirar.
El aire lo recuperó hace 20 días, a sus 70 años de edad, cuando pudo abrazar a Guadalupe y a su nieta. Prefiere no dar más detalles de su vida. Todavía si cierra los ojos puede recordar la voz de su hija llamándolo papá.
“Estuvimos muy contentos. Ese mismo destino que me la arrebató ahora hizo que la volviera a ver. Ojalá Dios me preste vida para volver a verla a ella y a mi nietecita. Las voy a extrañar, pero también quería estar de regreso aquí, con mis hijos y con mi esposa”, alcanza a decir, antes de buscar su equipaje y alejarse de las cámaras y del bullicio de la terminal de autobuses.
Fuente: diario 24 Horas Puebla