Por desgracia, no es tu imaginación. Hoy trabajas más horas y te alcanza para menos (y a veces incluso ganas menos) de lo que lo hacías antes. Es una tendencia que se ha agudizado conforme han pasado los años y que viene ya desde hace varias décadas: Los salarios no suben lo necesario y el poder adquisitivo disminuye cada vez más entre la población.
“La gente trabaja más y gana menos. Simplemente pensando en la inflación, su dinero tiene menor poder adquisitivo, por lo tanto tienen menos para comprar, subsistir o sobrevivir”, asegura Abraham Vergara, especialista en finanzas e investigador de tiempo completo en la Universidad Iberoamericana. Poniéndolo muy sencillo: Si no has recibido un aumento de sueldo en los últimos años, seguro sientes que te alcanza para menos. Y es verdad. La inflación (el precio de los productos) ha aumentado y tu salario no, así que el mismo dinero compra menos cosas.
Ya desde hace décadas, el salario se estancó y empezó a perder poder adquisitivo. Pero particularmente ha ido empeorando a partir de la reforma laboral, la cual hizo que esto se agudizara, de acuerdo con lo que encontró un análisis del Centro de Análisis Multidisciplinario de la UNAM. Éste analizó de mediados de 2012 a 2014 a la población ocupada y encontró que hay menor número de gente que trabaja menos de 35 horas y un número mayor que lo hace más de estas horas.
“Lo anterior significa que las jornadas laborales se extendieron en el transcurso de estos dos años. Por otra parte, al hacer un comparativo similar en el nivel de ingresos, quienes perciben entre 0 y 3 salarios mínimos se incrementaron en 818 mil personas y los que tienen ingresos superiores a tres salarios mínimos se redujeron en 773 mil personas, por tanto, los ingresos de la población ocupada se redujeron”, señala el documento. Así, los ingresos se han reducido y las horas de trabajo han aumentado.
No sólo se trabaja más horas y por menos salario, sino que a esto se le aúna la pérdida de poder adquisitivo, lo cual también ha elevado las horas de trabajo necesarias para perseguir el bienestar. Hoy a un trabajador le cuesta laborar 23 horas y 38 minutos para poder adquirir la canasta alimenticia recomendable, mientras que en 1987 le costaba sólo 4 horas y 53 minutos, de acuerdo con el Reporte “México: más miseria y precarización del trabajo”, realizado por el Centro de Análisis Multidisciplinario.
Lo que sucede es que el salario ha aumentado (aunque poco) pero los precios en los productos básicos también y en un mayor porcentaje, así que en realidad los incrementos se traducen en pérdidas del poder adquisitivo. Según cálculos de la UNAM, tan sólo en este sexenio se ha perdido 11.11% la capacidad de adquirir bienes.
Pero a la larga, la pérdida para nosotros ha sido brutal. “Del 16 de diciembre de 1987 al 25 de abril del 2016, la pérdida acumulada del poder adquisitivo del salario mínimo es de 79.11 %”, según explica esta institución. Antes trabajabas poco más de cuatro horas y podías comprar la canasta básica, hoy tienes que hacerlo prácticamente más de 23 horas, o sea, si esto lo llevaras al pie de la letra, tendrías que trabajar prácticamente un día entero sin dormir. La UNAM lo llama la “esclavitud moderna”.
El mínimo mal, pero el resto de sueldos también
El salario mínimo en sí es un sinónimo de pobreza y desigualdad. De hecho, se encuentra por debajo de la línea de bienestar con la Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) determina los umbrales de pobreza. Y es que nadie podría cubrir sus necesidades, –ya no las de su familia, como dicta la Constitución– con 80.04 pesos diarios. El minisalario no alcanza ni para comer, mucho menos para vestirse o pagar renta, por ejemplo.
Por desgracia, en México no sólo el salario mínimo es precario, –de hecho, es el más bajo de los países agrupados en la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y es uno de los más bajos en América Latina–, sino que también el resto de sueldos no está remunerado como debería.
El ingreso promedio mensual de los profesionistas ocupados del país es de 11,186 pesos, de acuerdo con cifras al tercer trimestre de 2016 de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, reportados por el Observatorio Laboral de la Secretaría del Trabajo. Esta cifra está apenas en la raya del bienestar mínimo que elabora el CONEVAL, es decir, que alguien que gana esta cantidad, apenas puede cubrir las necesidades de una familia promedio.
Pero la realidad es que éste es, precisamente, sólo un promedio. Hay carreras que en realidad están muy mal pagadas como la de Filosofía, por ejemplo, para la cual el sueldo promedio es de 7 mil 698 pesos, de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). Alguien que terminó la preparatoria, gana en promedio poco más de 6 mil pesos, lo que no le alcanzaría para cubrir por completo sus necesidades. Los que ganan más de 12 mil pesos, o sea, más de cinco salarios mínimos, apenas equivale a 6.1% de la población ocupada en el país.
¿Por qué no sólo los salarios mínimos son bajos sino también el resto de salarios también? Hay que retroceder en el tiempo. En los años 80, en una serie de pactos (impulsados por el gobierno) se concertó el que hubiera una relación vinculante entre los incrementos de salario mínimo –los cuales estaban a su vez vinculados a los de la canasta básica– y los de los salarios contractuales, todo para combatir a la inflación, explica la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (CONASAMI) en un documento titulado “Razones que explican el rezago del poder adquisitivo ”, el cual hizo público después de que el Instituto Nacional de Transparencia la obligara a hacerlo a fines del año pasado.
Lo que esta institución explica ahí mismo es que esta práctica se hizo extensiva “por usos y costumbres” como una referencia para los aumentos de los salarios en el país. Los salarios altos, considerados como tal aquellos que son mayores en cinco veces al salario mínimo, es decir, de más de 12 mil pesos, están exentos de esta relación, o sea, apenas 6.1%.
“Estos usos y costumbres han hecho que nuestros salarios mínimos sean lo más raquíticos posibles”, señala el especialista de la Universidad Iberoamericana.
Fuente: http://www.eluniversal.com.mx