El diario El Comercio de Perú presentó “Los pesares de una mochilera”:
1. Empacar y desempacar la mochila
Una llega cansada después de haber hecho un trekking por 3 días, de haber estado en un bus apretujada por 17 horas o de haber caminado todo Bangkok (y esquivado cientos de motos y tuk-tuks a los cuales nos les importa tu vida).
Llegas al hostel, a veces con reserva, y otras veces solo con cara de por favor dime que tienes una habitación limpia y barata para esta pobre mochilera, y cruzas los dedos para que el lugar sea por lo menos "habitable".
Llegas a este dormitorio con 10 personas más, saludas a todos, a veces con cara de lo siento no tengo ganas de socializar, y empieza el desempaque.
Y justo, el pijama que está al fondo de tu enorme mochila. O cuando necesitas el pasaporte, entras en total tensión porque pensabas que estaba en el primer bolsillito y resulta que sacaste toditito de tu mochila y aun no aparece. O tal vez cuando ya, después de un largo rato de haber metido todo correctamente, y ponerte la mochila a la espalda, una sensación se apodera de ti y piensas: "No recuerdo haber metido el cargador del Iphone... ¿será que lo perdí?".
Y tienes dos opciones: desempacar de nuevo y buscar bolsita por bolsita si realmente el cargador está por ahí o rogarle a todos los santos que el aparatejo esté por ahí guardado.
Lo peor es volver a empacar cuando sólo tienen esa habitación para una noche, y hay que moverse. Volver a meter todo de nuevo.
Otra pesadilla es cuando tienes rutas cortitas, y sólo vas con la mochila pequeña. ¿Qué llevo? ¿Qué dejo? ¿Hará frío? ¿Podré entrar a los templos en short? ¿Qué hago con la computadora?
2. Los mosquitos
Vaya a donde vaya, y obviamente mucho más en el sudeste asiático, a estos bichos voladores les encanta mi sangre. Y ya analizando los diferentes tipos de picadura que tengo, creo que también a las arañas y los bed bugs, esos bichitos que habitan en colchones de hostales mochileros baratos.
3. Las despedidas
Y ahora me pongo un poco sentimental pero jamás pensé que podía afectarme tanto despedirme de gente a la que, realmente, recién conocía.
Mientras viajas, conoces gente con la cual sólo compartes una sonrisa, unas palabras, algunas cervezas y hasta un ideal de vida. Gente que como tú, decidieron dejar una vida monótona para adentrarse en la aventura más grande de sus vidas. Que como tú, quieren vivir cada día al máximo, descubriendo lugares inhóspitos y aprendiendo a cada día ser más feliz que el día anterior.
Y es que, como no engancharte con alguien con quien, aunque pasaron pocas horas, sentiste que sería genial poder pasar muchas más.