Un camino a casa es una película sobre determinación, el hogar y cuenta una historia real que bien podría pertenecer a una novela de ficción: la tragedia –y a la vez milagro– que vivió Saroo Brierley.
Saroo nació en un vecindario pobre ubicado en el centro de la India. Cuando tenía cinco años acompañó a su hermano a trabajar, se perdió, acabó en un tren que lo transportó por horas hasta llegar a Calcuta, kilómetros y kilómetros lejos de su familia. Sin hablar bengalí, el idioma del lugar, y completamente solo, el pequeño no volvió a encontrar el camino de regreso a casa. Eventualmente una familia australiana lo adoptó, lo crío y más de 20 años después, el joven buscó y buscó la manera de regresar a su tierra natal con la ayuda de Google Earth para reunirse con su familia biológica.
La película cuyo nombre en inglés es Lion (león) –una pequeña sorpresa que se explica casi al final– está dividida en dos partes: la primera mitad es intrigante, aterradora y a la vez tiene un toque adorable: quien interpreta a Saroo en la infancia es un niño E-N-C-A-N-T-A-D-O-R llamado Sunny Pawar. Se podrá debatir si los niños realmente actúan o sólo son como son a cuadro, pero sea como sea, la presencia de este pequeño en la pantalla transmite ternura, valentía y fragilidad a la vez. Con la ayuda de una cámara que se pone a su nivel, inmediatamente se transmite su desamparo y desesperación ante un mundo desconocido y aterrador que parece que podría comérselo en cualquier instante.