En la mejor tradición de las películas hollywoodenses de los cuarenta en las que, por el momento histórico, abundaban las intrigas, espionaje, historias de amor imposible, traiciones, sacrificio y heroísmo durante la Segunda Guerra Mundial, Robert Zemeckis dirige Aliados (Allied, Reino Unido-Estados Unidos, 2016), basado en un guión de Steven Knight.

El mayor atractivo de la cinta es su pareja protagónica, Marion Cotillard y Brad Pitt, quienes además fueron expuestos por la prensa al coincidir la separación matrimonial del segundo con el rodaje de la película. Publicidad gratuita no le viene mal a nadie, pero siempre alguien sale muy raspado en su vida privada.

Las historias de amor en tiempos de guerra tienen un imán especial para las audiencias, pues mientras más obstáculos, secretos, engaños, mentiras y malos entendidos enfrenta un romance cinematográfico, más identificación y empatía se da con los personajes. El conflicto vende.

Es el caso de esta historia que se inicia en 1942, con la llegada a Marruecos, a la sazón protectorado francés, del oficial canadiense Max Vatan, que tiene que encontrarse en Casablanca (sí, muy al estilo del clásico de Michael Curtiz, pero en color) con una agente francesa que ha formado parte activa de la Resistencia. Marion Cotillard interpreta a Marianne Beausejour y Brad Pitt a Vatan. Para llevar a cabo su misión, asesinar al embajador de Alemania en Marruecos, tienen que fingir que son un feliz matrimonio. Las chispas entre los dos brillan desde el minuto en que se conocen y eso aporta una buena dosis de tensión sexual que hace interesante la primera parte de la película, la cual está claramente dividida en dos actos.

En el primero Marianne y Max preparan la estrategia de su acción. Los casi cincuenta minutos iniciales Cotillard es dueña de la película, pues es una actriz muy completa, con una gran capacidad para expresar un amplio abanico de emociones. Además Marianne es una mujer plantada, decidida y comprometida con la causa.

Hacen un paseo por el desierto, y en una secuencia que parece calcada de El paciente inglés, lo predecible sucede encontrándose ambos apasionadamente enamorados. Deciden unir sus vidas y se trasladan a Londres, todavía castigada por los bombardeos alemanes, y donde sucede la segunda parte.

La sombra de una terrible sospecha que puede arruinar su felicidad se cernirá sobre ellos y Max tendrá que debatirse entre su deber hacia su país, y el amor que siente por su esposa. Ahí me quedo.

La ambientación es buena, aunque hay momentos en que se alcanza a percibir la tecnología digital para la recreación de algunos escenarios.

En estas historias nada importa más que el que la pareja protagónica sea real, que transpiren erotismo y pasión, que les creamos que se aman con locura. Brad Pitt no alcanza a convencer, se le siente inexpresivo, sin matices. Probablemente el fantasma de su crisis personal lo atormentaba. En cambio, Cotillard sabe hacer lo suyo. Con sus acostumbrados juegos de miradas siembra la semilla de la duda, no sólo en su esposo, sino en los espectadores.

Es recomendable.

Fuente: http://www.excelsior.com.mx/opinion/lucero-solorzano/